En regiones altamente dependientes de las importaciones de combustibles fósiles, el biometano representa un biocombustible prometedor para la transición hacia una economía circular de base biológica.
Si bien el biometano se produce normalmente mediante digestión anaeróbica y mejora de la calidad, la biometanización del gas de síntesis (syngas) derivado de la gasificación de residuos sólidos recalcitrantes ha surgido como una alternativa prometedora.
La gasificación es uno de los métodos clásicos de producción de H2 a través de la descomposición térmica del carbón y la biomasa, y se considera más eficiente energéticamente que los procesos de combustión para producir energía. En el contexto de la economía circular necesaria para garantizar la sostenibilidad de las actividades antropogénicas, la gasificación puede ayudar a reducir el volumen de residuos orgánicos al tiempo que se genera energía en forma de gas de síntesis. Estudios prometedores han demostrado recientemente que los residuos heterogéneos pueden convertirse en gas de síntesis mediante gasificación. Sin embargo, el gas de síntesis tiene un poder calorífico relativamente bajo (en particular cuando se produce mediante gasificación por aire) y un alto contenido de alquitrán, lo que dificulta su conversión química o biotecnológica directa.
La gasificación de residuos orgánicos puede producir un gas de síntesis con una composición determinada por la naturaleza del residuo, el tipo de gasificador, la temperatura, el agente gasificante, etc. Este gas de síntesis puede transformarse en biometano utilizando biorreactores que funcionan a baja temperatura y presión. Este proceso aún presenta varias limitaciones en términos de transferencia de masa de CO/H2 y microbiología, que son la base para futuros estudios en esta área. La evolución de nuevos diseños de biorreactores con una alta capacidad de transferencia de masa a bajos costos operativos y basados en cocultivos sinérgicos debería allanar el camino para esta nueva ruta de conversión de residuos en biometano.